Muchas veces en la consulta los pacientes se refieren a alimentos como "malos", o de entrada me dicen: "yo como tal cosa, pero yo sé que es malo y me lo va a quitar". Incluso los mismos nutricionistas, a veces sin intención, generamos la impresión de que ciertos alimentos deben ser evitados. Pero ¿realmente podemos ponerle a un alimento la etiqueta de "malo"?
Los alimentos nos aportan distintas sustancias o nutrientes que nuestro organismo requiere para funcionar. Tenemos alimentos de alto valor nutritivo, que nos aportan cantidad y/o variedad de nutrientes, y de buena calidad. Por ejemplo frutas, vegetales, granos y cereales, carnes, aceites, entre otros.
Y existen también los alimentos de bajo valor nutritivo, que son pobres en nutrientes, y estos usualmente son de baja calidad (por ejemplo carbohidratos simples o azúcares, y grasas saturadas o trans). Dentro de este grupo podemos encontrar los snacks, galletas comerciales, bebidas gaseosas, confites, comidas rápidas, etc.
Este último grupo es el que usualmente asociamos con alimentos malos o dañinos. Si bien no son la opción que nos va a dar los nutrientes necesarios, tampoco es que con solo probarlos nos van a perjudicar.
Más que hablar de alimentos "malos" y temerles, debemos considerar primero la frecuencia con que comemos ese tipo de alimentos, cómo es el resto de nuestra alimentación y cuál es nuestro estado de salud.
¿Con qué frecuencia los consumimos?
El problema con este tipo de alimentos es si los consumimos a diario, y más si son varios de estos alimentos, todos los días. Por ejemplo, el tomar una o más bebidas gaseosas todos los días, o por ejemplo hace un tiempo una persona me contó que siempre su merienda de la mañana era una bolsita de snacks y medio litro de gaseosa.
Si sumamos a diario un alto consumo de estos alimentos, probablemente vamos a tener un alto consumo de azúcar, grasa y/o sodio, que a la larga van a tener un impacto negativo en la salud. Además de que esos alimentos le están quitando el lugar a diario, a otras opciones que podrían aportar más y mejores nutrientes.
Es diferente si, por ejemplo, un día se me antojó comerme de postre unas galletas con rellenito. Pero no es algo habitual. En ese caso no va a producir mayor impacto en la salud.
¿Cómo es el resto de nuestra alimentación?
Esto va muy ligado al punto anterior. Si en general mi alimentación es balanceada, incluyo suficientes frutas y vegetales y tomo agua a diario, el hecho de que un fin de semana quiera comer un combo de comida rápida no va a hacer gran daño.
Pero si la base de mi alimentación son las gaseosas y comida chatarra, y muy pocas veces por ejemplo como una ensalada. Con el tiempo esta forma de alimentarse va a tener consecuencias negativas.
¿Cuál es nuestro estado de salud?
Debemos tener siempre en cuenta que una cosa es la alimentación cuando estamos sanos, y otra cuando hay padecimientos de por medio. Aún así, no debemos hablar de alimentos buenos o malos, sino de recomendables o no recomendables para cada situación.
Si bien por ejemplo una persona con diabetes debe tener cuidado con las bebidas azucaradas (que popularmente se consideraría "mala"), también debe tenerlo con las frutas porque naturalmente contienen azúcar. Pero no consideramos a las frutas como "malas", cierto?
O por ejemplo en personas con padecimientos renales, a veces hay que restringir el consumo de potasio, que encontramos en muchas frutas, vegetales, leguminosas o en el aguacate. Todos estos alimentos que consideramos sanos, pero que en estos casos no serían recomendables.
Entonces vean que todo depende del contexto y de los objetivos que buscamos con la alimentación. No le pongamos etiquetas de bueno o malo a los alimentos, esto no favorece que tengamos una buena relación con la comida. Mantengamos un estilo de vida saludable, pero no pensemos que eso significa dejar de disfrutar alimentos que nos gustan. Por eso lo mejor es consultar con un profesional que le asesore en cómo comer según su caso.
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