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Foto del escritorLic. Diana Mora Ramírez

3 pasos para cambiar un hábito


Cambiar los hábitos relacionados con nuestro estilo de vida es la mejor forma de obtener resultados a largo plazo. Pero el problema viene cuando tratamos de cambiar un hábito. Porque un hábito es justamente algo que ya hacemos casi por repetición, incluso en automático. Así que cambiarlo puede parecer difícil.


Hoy quiero compartirles las 3 claves que necesitamos aplicar para lograr este cambio.


En primer lugar debemos identificar el hábito que queremos cambiar y analizarlo. Debemos observar en qué momento lo hacemos y ante qué estímulo. Incluso ojalá poner por escrito toda la descripción de ese hábito, para comprender qué factores influyen en que lo realicemos.


Una vez que tenemos bien analizado el hábito, es hora de analizar por qué lo hacemos, en qué nos beneficia o qué es lo positivo que tiene ese hábito. Porque si se convirtió en un hábito, es porque decidimos repetirlo varias veces al inicio, y si lo repetimos fue porque tenía algo bueno. Tal vez no algo bueno desde el punto de vista de otros, pero para uno algo debió ser positivo en relación con esa acción (por ejemplo pensemos en el hábito de fumar, cuántas cosas negativas se saben, y aún así la gente adopta el hábito de fumar).


Finalmente, el tercer paso es pensar otra alternativa de acción o actividad, que nos genere ese efecto positivo que tiene el hábito para nosotros. Una alternativa que sea más saludable y más acorde con nuestros objetivos.


Tal vez suena muy abstracto, o muy enredado, pero vamos a verlo con un ejemplo.


Digamos que yo identifico que uno de los hábitos que debo cambiar es que cuando salgo del trabajo, elijo una ruta por donde hay una pastelería, y paso a comprarme siempre algo, y en especial algo cargado de chocolate si he tenido un día de mucho estrés.


Determino que lo hago porque me hace sentir feliz y me hace sentir que es mi recompensa por la carga laboral del día. Me siento relajada y contenta después de comerlo.


Entonces el paso a seguir sería determinar otras actividades que me hagan sentir igual, pero que no impliquen pasar a comprar algo lleno de chocolate. Por ejemplo: llamar a una amiga para hablar un rato con ella, llegar a la casa y poner la película Mamma Mia (siempre me pone de buen humor!), o por ejemplo poner en el radio del carro música que me guste e ir cantándola. Vean que son opciones que yo considero que me van a dar el mismo resultado, pero no tienen nada que ver con comida.


Otro ejemplo. Digamos que siempre después de almorzar me como unas galletas dulces con rellenito. Lo analizo y descubro que lo hago porque me gusta sentir un sabor diferente después de comer el almuerzo.


Entonces defino que puedo cambiar el paquete entero de galletas por solo un confite, o por una porción de fruta bien madura, o por un fresco natural con un poquito de azúcar, o por un chocolate pequeñito. Tal vez no estoy quitando del todo el consumo de azúcar, pero es menor que comerme todo un paquete de galletas, y ya es un avance.


Vean que no siempre el cambiar un hábito significa dejar del todo de hacer algo, o hacer algo muy drástico, sino que podemos buscar simplemente alternativas mejores. Pero necesitamos tomar más conciencia de nuestras acciones, e ir apagando un poco el piloto automático.


No es fácil cambiar hábitos, y probablemente no suceda de la noche a la mañana, pero sí es posible!



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